Esta Navidad tres historias nos recuerdan que sólo cuando crees en el cambio, todo cambia.

En EY cerramos un año extraordinario, año en el que nos hemos superado en cada uno de nuestros pilares estratégicos. Hemos crecido en valor financiero y de cliente, hemos batido récords en promociones y multiplicado nuestro impacto social.
Este año hemos demostrado que no hay nada más poderoso que creer en el potencial de las personas para conseguir que las cosas pasen. Que, aunque haya quien no crea que se puede cambiar el mundo, hay otros muchos que se atreven a cambiar un barrio con un acorde, a dar su opinión, a desafiar el futuro, a soñar despierto y a luchar contra lo que nos juega en contra como vecinos, como habitantes, como personas. Nosotros somos de esos.
Tres historias que, desde distintas perspectivas, nos recuerdan que solo cuando te atreves a creer que el cambio es posible, y te rodeas de los que también lo creen, el cambio se produce.
Historias como las de Nour, Tauba y Princess Chloe (nuestras niñas de El Terral en Barcelona), María de Haro (beneficiaria de Down Madrid con quien colaboramos en la 1º Liga de Debate de personas con Discapacidad) o Emilio Caracafé (tocaor y alma máter de la Fundación Alalá en Sevilla y gran amigo), que nos han enseñado que el primer paso es confiar en uno mismo y en el potencial de los demás.
María de Haro
María es mucha María





María sube al escenario. Se coloca detrás del atril, pero es más alto que ella. Se coloca delante y se enfrenta a la audiencia. Ha practicado mucho. Mucho. A todas horas y en todas partes. Al despertarse, al acostarse, con sus compañeros, con su familia, en casa y hasta en la parada del autobús.
Respira hondo y comienza a dar sus argumentos. María no solo quiere opinar. Ella quiere convencer. Y de paso, comerse el mundo, ¿por qué no? Gesticula, habla con fuerza y mira con determinación, una por una, a las personas que se han congregado para asistir al debate. Todos la escuchan. Y la verdad… más les vale. Porque María, es mucha María. María tiene síndrome de Down, pero eso es lo de menos. Hoy ha podido debatir y dar su opinión. Porque María, tiene mucho que decir, y eso… eso es lo de más.
Nour, Tauba y Princess Chloe
1,2,3… probando, probando





Nour tiene 8 años y vive en el barrio del Raval en Barcelona. En su día a día y en el de muchas de sus amigas se mezclan el bullicio y el silencio, el caos y el orden, la prisa y la calma. Sus vidas están llenas de contrastes, pero tienen la suerte de contar con un lugar, Terral, que es refugio después del colegio, un alto en el camino mientras los suyos siguen al pie del cañón.
Allí se reúne cada día con Tauba y Princess Chloe, y entre tareas, talleres de teatro y clases de música, han encontrado un hueco para grabar su propio podcast. “Del Raval al mundo” es un grito de guerra, es su manera de alzar la voz para decir bien alto que desde allí van a llegar a donde ellas se propongan.
Emilio Caracafé
“Tó pa” sus niños









Emilio Fernández “Caracafé”, desde pequeño peleó por conseguir aquello que soñaba y en lo que creía. Comenzó con una guitarra con tan solo 7 años y, con ella bajo el brazo, fue llenando de acordes el resto de sueños: tocar con los más grandes, grabar discos y rodar películas. Pero le faltaba uno, el más importante y que marcaría de verdad el rumbo de su vida y la de su gente: llenar de oportunidades el barrio de las Tres Mil Viviendas de Sevilla y cambiar el futuro de toda una generación.
Cargado de disciplina, constancia y corazón se empeñó en demostrarles, a ellos y al mundo, de lo que eran capaces y lo lejos que podían llegar con tan solo creer en ellos. Emilio es de esas personas que se pintan la cara color esperanza y le echan un pulso al futuro con el corazón.
Y así, un día, en la puerta de su casa, empezó a reunir a niños para enseñarles flamenco y apartarlos de la calle. Emilio no quería “ná pa” él. Pero quería, y quiere, “tó pa” sus niños. Y como Emilio solo sueña a lo grande, la puerta de casa enseguida se le quedó pequeña y creó la Fundación Alalá, donde a día de hoy, más de trescientos niños son buenas personas, aprenden flamenco, hacen deporte y van a la universidad. Y como dice Emilio: “eso sí que es lo más grande”.
Espero de corazón que descanséis y disfrutéis al máximo de estas fiestas con vuestros seres queridos, y, para el 2024, deseo que no dejéis de creer en vosotros y en todo lo que estamos construyendo juntos.
¡Felices Fiestas!